Desde su creación, en el año de 1922, el barrio La Mariscal ha pasado por un espectro de estados, que lo condujeron a su situación actual. Resulta pertinente revisar las causas que llevaron a tan emblemático barrio capitalino a su situación presente.
Construcción de Edificios Públicos
Durante la segunda mitad del siglo XX, el Estado amplió en varias ocasiones su capacidad de gestión, y ello implicó la creación y ampliación de algunas instituciones públicas. Muchas de ellas requerían infraestructuras edilicias, cuyas escalas no eran compatibles con las condiciones urbanas del centro histórico de Quito. La mayoría de dichas instituciones, más sus respectivos edificios, fueron establecidos al norte del Centro Histórico; y algunos alcanzaron el sector de la Mariscal. La avenida 10 de Agosto fue el eje de dichas nuevas sedes institucionales. Sobresalen de entre ellas el edificio Principal del IESS; la sede de la Cancillería en el Palacio de Najas, con su respectiva ampliación y el antiguo Ministerio de Finanzas. A ellos se unió luego el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, que se estableció en el palacio de la Circaciana. Todas estas edificaciones se encuentran al borde del barrio; por lo cual no afectaron su funcionamiento interno. Sin embargo, muchas de dichas instituciones -más otras que se ubicaron después- comenzaron a establecer oficinas complementarias dentro del sector enmarcado por las calles 10 de Agosto, Amazonas, Patria y Colón. Aquellas instalaciones sí cambiaron la cotidianidad interior del barrio; haciendo que algunos sectores quedaran parcialmente ocupados por una población flotante, de 8 am a 5pm. Esto se remató, cuando otras edificaciones comenzaron a surgir para darle espacios de trabajo a esas organizaciones del sector privado, que dependen de manera indirecta del Estado. Así comenzó el abandono parcial de dicho sector.
Servicios turísticos complementarios
Luego de la declaratoria del centro histórico de Quito como Patrimonio Histórico de la Humanidad, en 1978, La capital ecuatoriana comenzó a desarrollar una actividad comercial nueva para esos tiempos: el turismo. Además de los hoteles de 5 estrellas que se construyeron en tiempos previos, como el Hotel Quito, el Hotel Colón y el hotel Alameda Real, hubo otros que se unieron a estos para ofrecer servicios hoteleros. De estos, sólo el Hotel Quito no se encuentra en el sector de la Mariscal. Dentro del barrio también se dio un giro a los antiguos servicios de hostal y Bed and breakfast, que anteriormente estaban dirigidos al turismo interno, y que se voltearon al turismo internacional de bajo presupuesto. Estos negocios coexistieron con los restaurantes y bares que se establecieron en La Mariscal para el consumo de las clases alta y media locales.
Derivados y Descomposiciones
Los bares y restaurantes dieron origen a las discotecas y centros de entretenimiento nocturno. Irónicamente, dichos negocios comenzaron a ahuyentar a los turístas primero y a los locales después. Un ejemplo de tal transformación se la puede ver con la evolución del local conocido como “Vibraciones”, ubicado en la calle Wilson; que comenzó originalmente como un gimnasio de aeróbicos dirigido a las mujeres de la clase media y terminó siendo un night club donde presentaban espectáculos de Strip Tease.
Ya para comienzos de este siglo, se dio el último intento de rescatar La Mariscal, mediante la intervención en la emblemática Plaza Foch. En su periferia se colocaron muchos bares, restaurantes y karaokes, que impulsaron el establecimiento de otros en los alrededores. Lamentablemente, la intensidad de la vida nocturna en dichos negocios terminó por dejar el sector de la Foch en abandono; mientras que los negocios de su periferia siguieron un deterioro similar al de “Vibraciones”. Muchos de ellos se convirtieron en cantinas con karaoke, que luego de ciertas horas, comienzan a tener otro tipo de actividades no oficiales.
La Marea Poblacional(Tendencias a Escala Urbana)
A todo lo expuesto, debemos agregar, que La Mariscal no es ajena a los problemas que se dan en toda la ciudad. Uno de ellos tiene que ver con esa dinámica permanente de la población de clases alta y media; originalmente hacia el norte y luego hacia el oriente. Luego de los últimos asentamientos de clase alta, en los sectores de El Bosque y el Condado, comenzó a fortalecerse la tendencia de establecer residencias en Cumbayá y Tumbaco. Primero fue la clase alta; y posteriormente fue la clase media; sobre todo después de inaugurada la Ruta Viva, la autopista que conecta a la ciudad con el aeropuerto en Tababela.
El traslado de las residencias quiteñas a los valles orientales no solo afecta a La Mariscal. Es algo que repercute en varios barrios residenciales vinculados con el hipercentro de Quito. Este tipo de traslados de la población suele llevarse consigo los servicios educativos de primaria y secundaria. Sin embargo, en esta última diáspora de familias quiteñas, las distancias cambiaron; aumentaron dramáticamente. Los colegios privados buscan sitios cada vez más lejanos para establecerse, quedando al alcance de las familias radicadas en los valles. Los estudiantes que viven en el valle de Quito deben hacer esfuerzos extraordinarios en tiempo y costos de transporte, para asistir a dichos planteles.
De hecho, las distancias en los valles orientales son dramáticamente diferentes. Una persona que vive en Puembo y trabaja en Cumbayá, debe desplazarse a diario una distancia de 27 kilómetros. Es la misma distancia que hay entre El Ejido y el centro comercial El Portal, en el borde norte de la ciudad. Esa distancia, cotidiana en los valles, se percibe como una distancia excepcional en Quito.
Avisoramiento de un rescate
La Mariscal ha evolucionado; ha crecido y envejecido. Al igual que un humano entrado en años, pretender que regrese a sus condiciones originales es ingenuo. Si nos dejamos llevar por planteamientos superfluos, corremos el riesgo de hacer algo semejante a ponerle pañales y escarpines a un adulto. Por otro lado, debemos evitar caer en el polo opuesto, de perdernos en un laberíntico proceso de análisis y diagnósticos.
La Mariscal no debería renunciar a su historia, por muy turbia que esta sea. Su futuro se encuentra donde convergen la alta densidad con la baja altura; nuevos habitantes, con una mezcla de actividaes que vayan de lo más tradicional a lo más innovador. Después de todo, si algo ha caracterizado a La Mariscal en todo este tiempo ha sido la coexistencia de lo diverso: de las casas tirolesas y los castillos del Vinci, a los edificios brutalistas de Ovidio Wappenstein; de los comerciantes del Mercado Artesanal hablando en quichua, a los turistas hablando en húngaro; de la José Tamayo, a la Juan León Mera; del Julio Andrade al Ejido.
Encontremos entonces, una nueva expresión de lo diverso para uno de los barrios más queridos de la capital; el único que -poco a poco- se va ganando el título de “Segundo Centro Histórico”.