La luz natural, la del sol, es el elemento que determina como ningún otro la experiencia de un lugar. Cada sitio tiene su propia iluminación.
Quito, por su ubicación geográfica, por los factores de altitud (2850 msnm) y latitud (0º), tiene una luz única en el planeta, no hay ninguna otra ciudad con las características indicadas. La irradiación solar es casi vertical con leves desplazamientos hacia el norte y el sur durante los solsticios. Hay menos capas atmosféricas por lo tanto ésta, es más fuerte, más intensa.
Es más brillante y deslumbrante. En verano, a cielo abierto, es directa y proyecta sombras fuertes y contrastadas. En invierno, debido a las nubosidades, la luz es difusa. Las nubes son determinantes y su movimiento puede generar condiciones climáticas contrastadas incluyendo una densa neblina.
La descripción anterior permite entender cómo la arquitectura podría reaccionar ante las condiciones de la luz de Quito. Éstas tienen que ver con principios lumínicos, espacios y elementos lumínicos.
Los principios lumínicos son determinantes para su aplicación en la arquitectura. Uno de ellos, el contraste permite la claridad de lectura por oposición. Este se encuentra ligado a la disparidad entre elementos, áreas o sistemas próximos.
Cuando el contraste es alto, las diferencias se vuelven notorias y definidas, facilitando su comprensión. Esto se evidencia entre lo iluminado y lo sombreado. El juego de luz y sombra permite interpretaciones que van desde lo cosmogónico a lo poético.