
Es habitual recorrer las calles de Quito y encontrarnos con excesiva publicidad sobre las fachadas de las edificaciones al punto de no poder reconocer la arquitectura que nos ofrece la ciudad. Este fenómeno visual ha sido utilizado para incentivar el comercio y para que la actividad económica pueda crecer para los propietarios del negocio. Lamentablemente, este hecho ha confundido la manera en que los usuarios deben percibir un servicio o adquirir un producto, esto es que, en muchos de los casos, se ha visto gigantografías visualmente agresivas que incluso pintan o revisten la fachada de la edificación sin nostalgia alguna de lo que queda atrás escondido.
Al normalizarse esta manera de publicitar, principalmente un negocio, perdemos el lenguaje urbano y, por ende, la identidad de un sector. Siendo así, que la composición de fachadas en conjunto, refiriéndose a la forma, los colores, y las texturas de los materiales de cada una de las edificaciones, se pierden paulatinamente y la experiencia visual y sensorial de los transeúntes se vuelve banal. Este fenómeno se ha podido visualizar en los últimos años con el incremento de espacios comerciales sobre los retiros frontales de las edificaciones como es el caso de la avenida Real Audiencia y la masiva ubicación de restaurantes con crecimiento hacia el norte; así como también, La Mariscal, que ya colmó su espacio libre a nivel de acera. Como resultado, este suceso ha generado la creación de paredes blancas como lienzo íntegro para la publicidad que vendrá a futuro y que será quien muestre la fachada final de lo construido, dejando de lado el criterio formal de la arquitectura.
Adicionalmente, es sorprendente ver como el valor económico que puede tener una publicidad en un edificio estratégico sobrepasa el confort interior de los espacios que se ven afectados por este fenómeno. Así es el caso del Edificio Las Cámaras en el sector de La Carolina, proyecto de Diego Ponce de 1977, en donde una gran valla publicitaria cubre casi la mitad de su fachada inferior sin considerar que tras esas ventanas ocultas existe gente trabajando al ser un edificio en donde se desarrollan actividades comerciales. Es así que, se sacrifica la visibilidad y la claridad hacia el interior de estos espacios y se oculta la fachada de este edificio representativo en la zona.
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